Recién termino mi segundo día de un retiro de tres días. Casi al cierre donde algunos participantes compartieron preguntas y reflexiones, ella abrió el micrófono, y un poco queriendo sumar a la inquietud de una compañera, contó parte de su historia y ahí recordé.

Quizás alguna vez me haya preguntado por qué tengo dos hijos con distintos diagnósticos y tratamientos…pero si me lo pregunté no le di importancia a la pregunta y menos a la respuesta. Lo que sí muchas veces me pregunté es para qué.

Mi compañera de retiro, una señora con voz calma y quizás un poco tímida, contó que hace más de un año falleció su hijo y que en un momento de meditación el preguntarse «para qué» le había pasado lo que le pasó encontró el sentido a su vida. Se dió cuenta que todo ese para qué confluía en el amor: el amor como centro del sentido de su vida.

No sé qué le pasó a ese hijo, y era la primera vez que oía y veía a través de una pantalla a esta señora española. Lo que sí sé es que sus palabras resonaron muy fuertes en mi corazón: «no te olvides Lulú para qué estás en este camino. Porque el amor incondicional de una madre a un hijo trasciende fronteras de expectativas, creencias, comparaciones, «ideales»…el amor es el amor y desde ahí es desde donde hay que mirar».

Y entonces, gracias a esta madre, recordar el para qué me vuelve a centrar, a ilusionar, a agradecer la inmensa oportunidad que me dio la vida de tener tres hijos que me atraviesen constantemente con SUS expectativas, SUS caminos y SUS deseos y de ser yo la que pueda mirar y acogerlos desde un amor infinito que le da sentido a mi presencia por estos pagos.

¿Cuál es tu para qué?