Este texto lo escribí e hice un reel para instagram en el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Pensar en este día me dio la oportunidad de detenerme y honrar lo que a diario veo a través de Tomás: la fuerza inmensa, el coraje silencioso y la pasión luminosa con la que tantas personas transitan un camino a veces marcado por el “no se puede” o “no podés”.
Honro el esfuerzo de quienes buscan ser incluidos pese a las barreras barreras físicas, mentales y emocionales que se les presentan a diario.
Admiro el coraje de avanzar incluso cuando todo se vuelve pesado, cuando la vida les pide remar en dulce de leche (repostero).
Y celebro la pasión de quienes siguen soñando, creando, abriendo caminos… recordándonos que la vida no se mide en tiempo, sino en tempo.
Hace 22 años que soy mamá de una persona con discapacidad. Aprendí que nuestra mirada es semilla: la forma en que miramos a nuestros hijos es la forma en que el mundo los mira.
La inclusión se construye entre todos, empezando por ahí: por una mirada que no se quede solo en la empatía, sino que dé un paso más… hacia la compasión, hacia el hacer, hacia el acompañar de verdad en pos del bienestar del otro.
Que nuestras miradas desde el seno familiar sean desde de lo que sí pueden, permitiéndonos sorprender por sus habilidades, abriéndoles espacios, corazones y oídos para verlos.
A través de mi hijo Tomás, celebro a todas las personas con discapacidad y agradezco, con el alma, el aprendizaje que recibo cada día.
El cambio está en la mirada.
Mirémonos. Miremolos.
+compasión +acción


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