Listo, lo dije!!!
Qué lindo que voy a viajar!!! Si claro, me encanta viajar, es una de las cosas que más disfruto en la vida, pero la previa ufffffff quedo de cama literal.
Confieso que cada año que pasa, por suerte, lo registro cada vez más, el tema es que sigo llegando con lo justo, con la lucecita del combustible titilando!!
Cuando uno viaja con hijos con discapacidad que tienen un tratamiento especial que incluye, en nuestro caso medicación y dieta, al ítem «¿qué llevo de ropa?”, se le suma “NO podés olvidarte NADA!!”. Y “NADA” es NADA.
Me detengo un segundo en el “NO PODÉS”…. es tremendo…. No nos lo permitimos, es casi un imposible que suceda….Y ahí es cuando nos montamos una mochila como para subir el Everest un mes. Porque claro no queremos sentir después la culpa de eso que no trajimos y que era clave; no queremos que se altere la normalidad de nuestro hijo por miedo a que le pase algo y estemos lejos de casa; y vivimos con la incertidumbre de que algo puede pasar en cualquier momento…
Todo esto quizás sucede aún teniendo coequipers de primer nivel pero en los cuales no delegamos abierta y completamente, suponiendo que algo va a fallar y después nos sintamos aún peor por haber delegado.
Confieso que me encuentro escribiendo esto arriba de un tercer avión para llegar a destino, vamos muchas horas sentados, con Tomy al lado durmiendo inquieto, incómodo, con la dieta descuajeringada porque de a ratos le agarra nauseas y yo preocupada por si le baja la energía….”por si…”, futurología, hay muchas probabilidades que suceda pero también hay algunas que no…
Volviendo a la previa, al “previaje”….¿qué es lo que realmente me inquieta una semana antes? Principalmente no olvidarme nada, sobretodo remedios, cualquier implemento que tenga que ver con su tratamiento, ropa …que le falte algo y que impida que podamos seguir con nuestra vida normal.
Me atrapa la ansiedad de que los documentos estén al dia (ya los revisé varias veces!), las confirmaciones de las líneas aéreas, el pedido de asistencia, que me dejen pasar su comida, me invade el miedo a que se sienta mal, y me desconcierta no saber como será el dia a dia.
Todo esto me atraviesa el cuerpo, se me atasca en la panza, y me contractura desde la cabeza hasta los pies, llego al límite….
A veces pienso como sería el previaje teniendo un asistente a tiempo completo una semana antes, que me recuerde y hasta separe lo que no hay que olvida; o quizás el Chat GPT pueda ayudarme respondiendo a la pregunta “¿qué no me tengo que olvidar para viajar con Tomás?”, o “¿qué de la ropa que tengo tendría que llevar por “x” días a tal lugar?” …. No creo que todavía la inteligencia artificial pueda ayudarnos en esto, ¿no?.
Pero sí se me ocurre que la mejor manera de ayudarnos a nosotras mismas sería confiando y soltando. Confiando en nosotras, en mí, y en los que me rodean, pidiendo ayuda cuando sea necesario, y planificando para que no nos agarre la noche. Soltando lo que no depende de nosotras, dejando pasar esa permanente manía de trasladarnos al futuro que se nos mete en la cabeza, y que en definitiva es ficticio: no tenemos la bola de cristal para adivinar cómo se sentirá nuestro hijo en las vacaciones. (Bah, si tú la tienes me avisas!!!)
Y así, los viajes vienen y vuelvo a llegar al límite….. y me siento mal, pienso ¿cómo puede ser? ¿qué podría hacer mejor? Entonces me abrazo, no me juzgo, dejo pasar el momento…. ¿Es fácil? No. Pero tengo la certeza que dejé todo, y que sobretodo tengo que confiar…confiar en que las emociones y los pensamientos son estados transitorios, confiar en que será lo que tenga que ser y sobretodo confiar en mi.
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