Hace pocos meses la historia de un amigo me hizo despertar.
Compartiendo momentos y personas que nos acompañan en esta vida, Fran me contó que tenía un amigo de su infancia que está en silla de ruedas y que ahora de grande en encuentros sociales comenzó a percibir un gran enojo de su amigo, hacia todo en general. Fran comenzó a registrar un sinfín de emociones y pensamientos hacia el amigo, pero también emociones como amigo.
Recuerdo el momento en que, entre lágrimas, pudo compartir cómo se sentía ante la actitud de su amigo. Y ahí me di cuenta, me atravesaron mil cosas juntas: me sacudió, me conmoví, me culpé (esto q siempre está jaja) y también me ilusioné…. tantas veces intentando que los otros comprendieran y empatizaran con mi hijo que a veces se me olvida preguntar cómo se siente el otro con mi hijo.
Los vínculos requieren construcción, escucha, tiempo…..Ampliar la mirada como madres simplemente para escuchar al otro que está en el camino de tu hijo, es la oportunidad de conectar con el entorno, de aprender de esos que lo ven de otra manera, para salir un ratito de una única mirada que esta sesgada, esa mirada de madre, que está sesgada por el amor profundo, que transparente, profunda, única y también puede asfixiar, nublar.
¿Y si preguntamos más? Cada vez que puedo me gusta destacar el poder y la oportunidad que nos brindan las preguntas. Son la apertura a nuevos pensamientos que nos pueden nutrir, son la posibilidad de generar emociones que ni sabemos que existen, son la opción para entender más y acompañar mejor.
Claro que no siempre pueden venir respuestas que nos gusten pero creo que ahí se pone en juego nuestra capacidad de apertura y aprendizaje para convivir con las diferencias y con lo que nosotros muchas veces pedimos a otros: la inclusión.
Entonces les propongo un ejercicio de preguntas como: «¿hay algo que quieras saber o no entiendas acerca de mi hijo?», » ¿cómo te sentís con mi hijo?» «¿cómo lo ves?»
Y escuchar. Escuchar desde y con el corazón entendiendo que todos necesitamos de un otro para ser.
Y descubrir. Descubrir qué siente y piensa ese otro que eligió estar en el camino de tu hijo.
Y agradecer. Agradecer que el otro exista para tu hijo, que sea parte de su vida y que su mirada nos ayude a ampliar la nuestra.
Gracias. (Gracias Fran)
Deja una respuesta