Inauguramos esta nueva sección escrita por Male, mamá de Martín, (de Buenos Aires- Argentina) con la idea de acompañar a aquellas madres que comienzan con esta gran aventura de la Dieta. En su relato se comparten sensaciones, frustraciones y muchas emociones. No se lo pierdan!!!
Los difíciles primeros meses. No estamos solas, pero sí.
Cuando nos llega el momento de comenzar la dieta cetogénica, ya pasamos por mil cosas y en cada una de ellas depositamos la esperanza de que -lo que sea nos propongan (nuevas drogas anticonvulsivantes, terapias de rehabilitación, aparatología diversa en casa)- mejore de alguna forma la calidad de vida de nuestro hijo/a.
Pero esta vez es algo diferente. Ahora parece que está literalmente en nuestras manos. Y digo nuestras porque casi siempre somos nosotras, las mamás, las que abrazamos esta menuda responsabilidad que toca en la cocina. Esta vez, no en manos de una droga con un gran laboratorio detrás, ni en las del profesional más experimentado. El quid de la cuestión está en la comida que nosotras les damos a nuestros hijos.
Seguramente las experiencias y los caminos de cada una son diferentes. En muchos casos menos intensos y traumáticos pero, si las madres colegas me lo permiten, necesito escribir esto en primera persona del plural para sentir que alguna de estas sensaciones las compartimos.
La comida y nuestra intensidad emocional
¿A alguna le pasa que siente que se juega la vida en cada plato que intenta por primera vez? Esa comida que va a generar nada menos que el combustible alternativo necesario para que el cerebro de nuestro hijo funcione o para que ya no tenga más convulsiones. ¿Cómo no vivir con intensidad semejante misión depositada en nuestras manos?
Es cierto que hay un equipo de neurólogo, pediatra, nutricionista apoyándonos. Incluso grupos de madres y padres que nos ofrecen su ayuda.
Pero, ¿cuánta gente está con nosotras al momento de cocinar? ¿Cuántas preguntas por minuto le podré enviar a la nutricionista este domingo? ¿Podrán las madres orientarme con nuestras diferencias de hijos, costumbres, métodos de abordar la dieta?
Solo tenés que lograr contentar a un solo comensal, uno al que le conocemos los gustos. No parece tan difícil. La misión incluye: lograr que coma todo el plato, al igual que una dosis medicinal. Y allá vamos.
Cuando nos enfrentamos por primera vez a una receta, ahí estamos nosotras. Solas en la cocina frente al desafío y las mil pequeñas decisiones a tomar.
El estrés lo vivimos en al menos 3 fases para cada una de las 4 comidas diarias:
- La decisión inicial
Ese momento de imaginar la comida con los ingredientes permitidos o pedirle a la nutricionista que nos indique las medidas de algo que se parezca a…
Al comienzo es difícil saber cuán viable puede ser una comida a partir de los gramos. Hasta ahora no construimos noción de cantidad de crema de leche ¡en gramos!
Con las pocas herramientas que contamos decidimos con cuál vamos a probar suerte hoy considerando más de una variable: ¿Le podrá gustar?¿Qué tiempo hay este medio día para que coma? ¿Le toca alguna terapia a la que haya que salir corriendo? ¿Será de las que demora más en comer? ¿Tengo los ingredientes? ¿Es época de espinaca? ¿Tengo pistas de cómo mezclar estos ingredientes?
Con más incertidumbres que certezas tomamos la decisión de qué comida intentar.
- La elaboración
Tenemos todos los ingredientes pesados en sus bowls, la bendita espátula en una mano y el millón de dudas en la cabeza. Y cuando por fin nos animamos a empezar, nos pasan cosas.
¿Qué hago con tanto aceite? ¿Cómo combino todo esto? ¿Cómo se va unir la masa con este poco huevo? ¿A qué temperatura el horno? ¿Cuánto debería batir el huevo? ¿de verdad pretenden que saque cada gramo que queda en la batidora? ¿Estoy segura del peso de la verdura antes de cocinarla? ¿Tiro la cocida y vuelvo a pesar para estar segura?
Debo haber entendido mal, esta tarta de jamón y queso no pueden quedar así!
Este resultado no era lo que tenía en mente al preparar el muffin de chocolate.
¡Se me apagó la balanza en pleno procedimiento! ¡Se me quedó sin pilas y es domingo! ¡La espátula se me resbaló y voló la mezcla por el mueble de la cocina!. ¿Lo junto? Se me volcó más edulcorante del que creo era necesario. ¿Tiro y vuelvo a empezar? ¡Se me derramó la preparación al dar vuelta la tortilla! Para entonces ya queremos llorar.
¿Quién de nosotras no pasó por angustias, frustraciones, enojo?
Cada accidente es dramático.¿ Cómo no va a serlo cuando la dosis, la relación, el peso exacto no se mantiene y se trata de generar el combustible necesario… cerebro… tu hijo?
Por supuesto las pequeñas victorias también las festejamos con igual intensidad. El día que el chorro de leche da justo con el peso indicado y no hay que tirar nada. Cuando el huevo batido que te quedó en la heladera es exactamente el que necesitas para la siguiente comida. El día que conseguiste un hermoso molde de silicona que va a lograr que el heladito de crema se vea genial. Cuando descubriste las esencias y colorantes y empezás a jugar con sabores y colores.
Si alguien nos ve cocinar parecemos unas locas.
- Obsesivas sacando el último vestigio de la espátula con el dedo y del dedo con la espátula hasta dejar limpia la espátula y los dedos.
- Desahuciadas mirando fijamente el relleno de una tarta que cayó en la mesada.
- Exultantes cuando sacamos del horno un pancito que a la vista parece potable. A la vista, porque tampoco en esta precisión se puede probar. Probar implica quitar gramos a la preparación exacta o romper la relación.
La maratón que corremos 4 veces por día no termina aquí. Aún no sabemos si nuestro hijo lo va a comer…
- El veredicto final
Agotadas pero con toda la ilusión llega el plato a la mesa. Una montaña rusa de emociones vivimos hasta aquí y todavía falta el paso decisivo.
¿Con qué cara le presento esta “cazuela de arroz, con pollo y cebolla de verdeo” que parece un engrudo? | ¿Será que le estoy pidiendo mucho si le exijo que termine estos “bocaditos de espinaca y merluza” que flotan en aceite? |
Vivimos un momento infinito (casi como el de cada convulsión) entre el encuentro plato- comensal y el primer bocado. Estás rogando en silencio que le guste, que lo coma, que no tenga que obligarlo, que no sea una nueva lucha.., la energía.., el cerebro…, experimentamos una tensión interna increíble.
Y por fuera tratando de que no se note, que no llegue esta carga emocional indigesta a nuestro hijo que es demasiada y no tiene por qué vivirla. No importa que en cada primera vez, la sensación por dentro, es la de rendir un examen vital. Hay que actuar natural. Como si fuera lo más habitual que ahora las salchichas naden en esa mezcla de mayonesa y aceite.
Seguro que algo hice mal o la nutricionista pretende que con estos ingredientes pueda hacer algo digno. ¿Y si no logro que lo coma todo? ¿Cuántas horas insisto? ¿Dos horas de intento con cada comida será suficiente? ¿Vuelvo otra hora a la cocina para intentar algo diferente? ¿Pero qué? ¡Algo tiene que comer!
Cuando logramos que abra la boca para el segundo bocado ya podemos respirar y si pasa el tercero ¡te desplomás de alegría! En casa, los primeros meses, después de 120 minutos de lucha, cuando el plato quedaba vacío se convertía en tambor para el “baile del 100%” que a modo de ritual llevábamos a los saltos alrededor de la mesa para deleite de nuestro hijo que se moría de risa de la mamá eufórica al grito de “cien por cien, cien por cien”.
Seguramente entre nosotras, habrá a quienes no todo les resulte de vida o muerte. Estamos las organizadas, las cocineras, las optimistas todo terreno y las que nos cuesta tolerar tanta frustración.
Ojalá el relato nos encuentre en algo identificadas. Para no sentirnos en soledad, aún cuando estemos solas.
Bienvenida la que quiera compartir imágenes y anécdotas de sus éxitos y fracasos en estos primeros meses cruciales (Estoy segura que no soy la única que sacó fotos a las comidas!).
Ojala ayude a los profesionales a quitarnos peso y presión. A comprender que hay que transitar un proceso y no siempre es fácil lograr la perfección deseada al comenzar el camino. Tal vez es posible brindar márgenes de acción al comenzar, información para poder tomar decisiones cuando las condiciones no son las óptimas. La dieta nos tendrá de aliadas clave en la medida en que la distancia entre lo deseable y lo posible, entre la precisión y la vida diaria esté contemplada en las exigencias iniciales. ¿O lo hacemos entre nosotras?
Male – Mamá de Martin – (malegarzon@gmail.com)
junio 26, 2019 at 5:49 pm
Hola! Mi nombre es Irene, soy de Costa Rica. Mi hija fue diagnosticada con Glut1; tengo curiosidad, a tu hijo le permiten comer arroz?; es que a mi hija se lo eliminaron de la dieta.
Saludos.
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junio 27, 2019 at 11:07 am
Maravilloso relato y pone en palabras lo que muchas veces sentimos!!!! Excelente y felicitaciones!
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junio 27, 2019 at 1:40 pm
Hola Irene! Teniendo tantos ejemplos de fracasos no me di cuenta que la receta del arroz podía ser algo polémica. Pero sí, en relación 3a1 nuestra nutricionista encontró una forma de incorporar un poquito (muy poquito) de arroz en un mar de crema de leche + manteca que lo compense. Los ingredientes para esa cazuela que parece un engrudo son estos:
-Arroz blanco cocido
-Cebolla verdeo cruda
-Crema de leche
-Maizena
-Manteca
-Pollo pechuga asado sin piel
-Ketocal 4:1 fórmula mejorada
Luego entendí que gran parte de la crema de leche era mejor en un postre de crema batida 😉
Espero te sirva!
un abrazo
Male
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julio 29, 2019 at 2:24 pm
Hola. Es reconfortante leerte. En mi caso mis dos hijos van a transitar la dieta. Hace años que la pido y por fin la indicaron. Para nosotros dieta es esperanza. Y quiero que sea un camino placentero para todos. Así que antes de la indicación adoptamos una dieta baja en carbohidratos y proteínas y alta en grasas.
Y los nutricionistas nos dieron el ok. Empecéé a informarme a probar. A jugar. Y el cambio lo hizo toda la familia. El próximo mes nos entrenan en la dieta que se que es distinta a lo que hago. Pero tengo rectas probadas. Conozco técnicas. Es un aprender continuo desde la paladar, rutinas, lo social, sentimientos. Pero tenemos esperanzas y ese es el motor.
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